Un gran auge constructivo caracterizó la recién iniciada república.
Los radicales cambios estructurales y organizativos y la extraordinaria obra pública de la intervención norteamericana, facilitaron la esperada llegada de la modernidad a la isla.

En el reparto de La Víbora, en la calle Patrocinio número 103, se encuentra una de las construcciones emblemáticas del Art Nouveau en Cuba. El nuevo estilo, destinado a actualizar la imagen de la ciudad, nos llegó en los primeros años del siglo XX y encontró inmediata aceptación y clientela. La exitosa interpretación que hizo Barcelona del Art Nouveau sirvió de referente principal a los numerosos maestros catalanes que laboraron en Cuba. El resultante cubano debe mucho al modernismo catalán aunque no estuvo cerrado a otras posibles influencias internacionales del movimiento. El ambiente renovador del momento y sobre todo una fuerte comunidad catalana, y española en general, asimilaron el nuevo repertorio formal y se sucedieron los primeros encargos. Luego de la independencia política de la ex-colonia, tras una interminable, traumática y desgastante guerra, el Art Nouveau podía representar para el peninsular que había decidido permanecer en el país, la expresión de un poder simbólico actualizado y el rescate de un sentimiento de dignidad nacional lacerado por la derrota.
Mario Rotllant i Folcará. (Barcelona 1880- 1946)
Realizó estudios de escultura en la Academia de Bellas Artes en su ciudad natal. En 1905 se traslada a Cuba con tan solo 25 años. Al año siguiente mediante un pequeño préstamo crea un modesto Taller de Fundición de Cemento que sería fundamental para la construcción en la capital durante las primeras dos décadas del siglo XX. El éxito en la creación y fundición seriada o exclusiva de elementos arquitectónicos y decorativos, convirtió el modesto taller inicial en una sofisticada instalación industrial que llegó a dar empleo a más de 30 obreros en la fabricación de piedra artificial y toda clase de ornamentación de cemento. A la vez Mario Rotllant se ofrecía en la prensa para realización de fachadas con especialidad en el estilo modernista. Pronto el talentoso catalán se distinguió por ser capaz de lograr mucho más que esto. En menos de catorce años de intensa labor como proyectista Mario Rotllant llegó a realizar más de treinta y cinco edificaciones, fundamentalmente modernistas y ya en una última etapa, eclécticas. Por su exquisita labor y prestigio profesional recibió varios premios importantes, como el primer premio en el concurso para el Embellecimiento y Urbanización de la Loma de los Catalanes y la Construcción de una Ermita, en 1910; el Gran Premio de la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos y la medalla de oro que otorgaba la influyente Sociedad de Contratistas y Constructores.

Mario Rotllant llegó a ocupar la vicepresidencia en el Centro Catalán de La Habana.
Una de las más importantes revistas de ese entonces, El Fígaro, reseñaba:
Es un hombre modesto. Su nombre va unido a las mejores construcciones de El Vedado y de La Habana. Él ha sido uno de los que con mayor tesón han roto con los viejos moldes e iniciado la modernización de nuestra hermosa ciudad… Conceptuamos como un deber imprescindible tributar nuestros aplausos a los artistas que, como el Sr. Rotllant, sin otro estímulo que el amor al arte y una encomiable dignidad profesional, dedican sus esfuerzos y sus entusiasmos a la realización de esos progresos urbanos de los que con justicia podemos enorgullecernos.
Casa de Dámaso Gutiérrez, 1913.
Esta vivienda, diseñada y realizada en 1913 por Mario Rotllant, resultó de un pedido hecho por el español Dámaso Gutiérrez Cano, propietario principal de la empresa Gutiérrez Cano y Cía., importadores de Tejidos,Almacenistas de Ropa Hecha y Fabricantes de Camisetas de Crepe, según indicaba la propaganda de la firma.

La familia Gutiérrez Cano devino imprescindible para el destino profesional del autor. De su relación cuajó un mecenazgo, del tipo Güell para Gaudí, que anteriormente ya se había concretado en otros tres importantes encargos. Pero sin lugar a dudas fue esta casa de la que nos ocupamos ahora la máxima expresión del provechoso vínculo entre el maestro catalán y su más fiel cliente. Ubicada en la calle Patrocinio, número 103, en una zona de reciente ensanche de la ciudad, el barrio de La Víbora, esta excepcional edificación residencial, alejada del centro urbano, formó parte de la avalancha de construcciones modernas que comenzaron a aparecer en esta y otras zonas de La Habana. Las generosas dimensiones de la parcela dispuesta para la edificación permitían la exposición a la vista de las cuatro fachadas de la vivienda. Esto le ofreció al autor más libertad en el tratamiento volumétrico del conjunto y su decoración, a diferencia de lo que ocurría habitualmente por el confinamiento entre paredes medianeras, lo que invariablemente obligaba a concentrar todo el esfuerzo decorativo en la fachada. Vanos en triada, arcos rampantes, portales, terrazas, balcones y el característico bay window con cúpula cerámica y arcos invertidos sobre delgadas columnas, motivo recurrente en toda la obra del autor, junto a una muy puntual y compleja decoración, se distribuyen en todo el espacio. Del mismo modo el acceso principal pudo ser objeto de soluciones particularmente interesantes e inusuales. Altos muros curvos coronados con delicados balaustres acompañan la escalinata de dos sendas separadas por una jardinera central y rematada por una curvilínea y bella cancela de hierro forjado. A los pies de esta una esfinge sobre un pedestal bajo custodiaba la residencia. Y ya en el interior la planta abierta, excepcional para el momento, interconectaba todos los espacios. La decoración incluía mosaicos, pintura mural en techos y paredes, vidrieras emplomadas y unos enigmáticos capiteles sobre las columnas que, entre lujuriantes motivos vegetales, muestran en un rostro femenino que se voltea en derredor,el ineludible paso de la infancia a la juventud, la madurez y la ancianidad.
Al año siguiente, 1914, diversas circunstancias hacen derivar hacia el ocaso al Art Nouveao en Cuba. Los artistas que venían dedicándose en la arquitectura al estilo moderno son acusados de intrusismo profesional. Jóvenes graduados de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional pujaban por desplazar la competencia. Se iniciaron campañas en contra del llamado catalanismo y en consecuencia del modernismo. La creación del Colegio de Arquitectos de La Habana fue el golpe definitivo. Se exigió titulación para poder ejercer y se persiguió con saña a los profesionales que prestaban su firma a proyectos de los no titulados. La burguesía comercial en ascenso comienza a encontrar en el eclecticismo un medio más adecuado para expresar la nueva realidad nacional.

Mario Rotllant aun realizó varios encargos e intentó ajustarse a los nuevos aires. Finalmente se deshizo del Taller de Fundición de Cemento y diversificó sus negociosen La Habana. En 1925 regresó a España y allí continuó ejerciendo como proyectista hasta su fallecimiento en 1946.
La casa de Dámaso Gutiérrez Cano o La Casa de Patrocinio 103 culminó y cerró la brevísima y brillante historia del Art Nouveao en Cuba. Sus excepcionales logros estilísticos no fructificaron en un desarrollo posterior. El esplendor de una época en que esta casa acogió entre sus paredes la felicidad de una familia es cosa del pasado y se necesita un gran esfuerzo para conseguir evocarlo ante las actuales ruinas. Lo que fue una joya invaluable de la arquitectura cubana solo expresa hoy en día maltrato y decadencia. Lo mismo que para el resto de la huella dejada por el Art Nouveao en La Habana, se cierne sobre esta casa la amenaza de desaparición y el ulterior olvido. Gran parte de sus elementos originales ya no existen. A los severos daños causados por el paso del tiempo y la desidia, se unen el vandalismo e insensibles transformaciones para adaptarla a sus nuevas funciones de almacén y oficinas, desocupadas, silenciosas. Lavegetación que la rodea, áspera, sedienta, avanza sobre ella, la atenaza. Sin la protección de la hierática esfinge que resguardaba el acceso a la casa, el ciclo de la vida que se anuncia en los capiteles de sus columnas parece haber llegado a su fin.


Camagüey, Cuba, 1983 / Profesor, investigador, asistente de dirección teatral y especialista en Cine
Máster en Procesos Culturales Cubanos por la Universidad de las Artes (ISA) en el 2014 y Licenciado en Historia por la Universidad de La Habana en el 2007. Desde este año hasta la fecha se ha desempeñado como Profesor Auxiliar del Departamento de Estudios Cubanos del ISA y en la actualidad es Jefe del Colectivo de Cultura Cubana del mismo. Desde el año 2010 hasta la fecha es Profesor Invitado en los cursos de intercambio de la Universidad de Hanschuer de EE. UU. en Cuba y entre los años 2011-2013 fue Vicedecano de Investigaciones y Postgrados en la Facultad de Arte Teatral de la Universidad de las Artes (ISA), Cuba. Desde el año 2006 hasta la fecha es Asistente de dirección y responsable de relaciones públicas de La Compañía de Teatro El Público, que dirige el premio nacional de teatro Carlos Díaz. Ha dirigido escenas teatrales de carácter performátivo para eventos de artes visuales en La Habana. Es miembro del equipo coordinador del espacio de reflexión y debate social Fórum Loyola.