El toque de campanas indicó la apertura de las puertas, la iglesia del Carmelo después de larga espera acogió un numeroso público -entre 250 y 300 personas diría el decano de nuestra facultad-. La exposición realizada por estudiantes y curada por profesoras del ISA se abrió al público el 14 de mayo, pero el lugar ya había sido inaugurado meses atrás cuando sus futuros integrantes se reunían allí. Entonces pasó a ser más que un sitio para ubicar obras, un artista más, el protagonista.

A la iglesia se le escuchaba, se le olía, se le observaba: se sentía. No era necesario estar presente todos los meses que los estudiantes y profesores del ISA le dedicaron para saber que fue así, el viernes cuando los invitados entraron al lugar podían respirar lo sucedido: horas de mucho trabajo y poco descanso dedicadas a descubrir cada parte a ser adoptada. Limpiar, sacar escombros, chapear (aunque considerando muy conscientemente cuál de las plantas iba a ser respetada), remover lo encontrado en medio de las ruinas, mucho gasto de energía y poca comida.
Las obras, ellas iban siendo esculpidas de entre los escombros, la mayoría trabajó con lo que encontró allí, otros ubicaron lo que traían respetando el sentido del lugar, su organicidad. Los altares, el campanario, las esquinas, columnas, puertas, vitrales… fueron atendidos, unos abordados, otros dejados para que respiraran por sí mismos. Las estructuras de lo que nunca llegó a ser fue uno de los espacios abordados.

Todavía en la iglesia, pero con el cielo por techo, fue donde todos terminaron, sentados entre las ruinas y en ellas vieron la programación de videos proyectada directamente en una de las paredes del lugar. Durante la proyección una lluvia de semillas inundó la imagen. Desde la azotea fueron lanzadas, ellas cumpliendo su función se dejaron llevar por el viento, flotaron por unos instantes entre la luz del proyector y los observadores. Entre pasteles, maní y vino transcurrió la programación acompañada por unas laptops dos de ellas con videos y una con la revista diseñada para la exhibición.

La tecnología no impidió que se mantuviera la organicidad lograda dentro de la iglesia, columnas y arcos ojivales iluminados por estos aparatos creaban una atmósfera atemporal; más que una proyección era una sensación. Así fresca y refrescante transcurrió la noche de apertura al público el 14 de mayo, noche que cerró no solo una etapa de trabajo sino de vivencias.

Celia Irina González Álvarez

Ánima es un colectivo de artistas, investigadores, críticos y curadores de arte interesados en indagar en la construcción de la memoria en Cuba, llevando de forma paralela pequeñas investigaciones personales y dinámicas grupales de acompañamiento y socialización. Nuestra atención no solo está puesta en el pasado, sino también en visibilizar espacios, acontecimientos, cruciales dentro de la cultura cubana actual y que son vulnerables al olvido y la marginalidad