Tres artistas sobre el Quinto Día

Tres artistas sobre el Quinto Día

Una de las ganancias de nuestra labor curatorial, que hoy alcanza una década es la comunidad espontánea que generó el trabajo de las exposiciones: artistas, curadoras, productoras, músicos, actores. Son muchos los amigos que nos acompañaron y algunos se quedaron para siempre. Hoy Ánima presenta los testimonios de tres de esos artistas imprescindibles en nuestros proyectos: Lester Alvarez, José Eduardo Yaque y Roger Toledo.
De Lester Alvarez compartimos los poemas que escribió al inaugurarse Quinto Día, acompañados de fotos de sus dos obras: la que realizara con la estructura de madera de uno de los arcos ojivales de la iglesia y el vestir uno de los altares con aquella carpa de un azul maravilloso.
De Yaque compartimos dos textos: uno realizado a cuatro manos con Meryl Grassa en el momento de la exposición y un hermoso poema que nos mandara hace unos días, pensando en el aniversario diez de la exposición. Los acompañan fotos de su obra, realizada con los objetos que encontramos almacenados al llegar a la iglesia. La obra de Yaque era la confirmación de que el templo respiraba y digería como un cuerpo humano.
El último texto que compartimos es de Roger Toledo, un texto reciente que nos manda rememorando su experiencia en el trabajo conjunto en las exposiciones. Acompañamos su texto con imágenes de su obra y también con fotos del performance de Elizabeth Cerviño. Ambas obras hacían una apropiación diferente de las imágenes de las vírgenes y santos encontrados en el templo y que fueron nuestros primeros aliados y espectadores durante todo el trabajo de limpieza y acondicionamiento de la iglesia.
Al final, generamos entre todos un gran evironment, pletórico de sensaciones visuales y sonoras.


LESTER ALVAREZ


Lejos de mostrar la totalidad del mundo sensible o quintaesencia, el quinto día genesíaco da paso al siguiente: su centro es desplazado hacia la realización definitiva del sexto, luego del cual no queda más que descanso. Detenidos en ese momento previo a la creación del hombre, no es su ausencia lo que se expresa sino más bien su omisión. En el fructificad y multiplicad de aquella vida hay una inteligencia anunciando su plenitud en el hombre. Este interpreta la realidad y le pone cotos; se aleja del mandato de Dios y crea la poesía como posibilidad de regreso.
Descender al Quinto Día, alimentar el deseo de regresión del hombre, es crear un mundo por la poesía; hacer de la poesía un mundo. Una capilla, inconclusa como está la creación en el día quinto, es el lugar donde nos reunimos para invocar aquel henchimiento de imágenes que nos llegan a través de nuestra participación. La música une las manos de múltiples figuraciones plásticas y con grácil penduleo las empuja hacia el tapiz azul de brillantes plateados. Se fabrica un tiempo donde todo está como llegando y la acumulación es premiada con la disolución de la sustancia en uno.


Domingo
Las campanas conjuran una cita. Escucha el niño allá, interesado; lejos donde nadie las necesita traerán la vida y todo lo soñando

Un encuentro y lo viejo se marchita: ya no existe recinto del pasado. Instante de tu risa celebrado, transparencia que su ritual evita.

Pan y miel comeré al atardecer
en silencio y con mis pies en la hierba los almendros me verán toser.

Humedad sin culpa acompañará
la noche oscura que mi ser reserva, un nacimiento y nada extrañará.

Dicha
Ando sin saber cuando
despertar mi sueño del engaño
de creerme digno
del inmerecido tamaño.

En una clase cualquiera
Arto de contemporaneidad es mi cansancio, ojeo páginas viejas y regreso a Bizancio. Aura, montaña, desierto y manto;
de tanto buscar casi hallo a un santo.

En mi 26 cumpleaños
Asciende el humo por el pezón de la cúpula, cónclave anunciador de risueños cardenales. Un gran rosario de almendras reza el pueblo, quedará sabroso el flan con sus semillas. Nuestras piernas son las patas de las sillas que en círculos verán caer la tarde.

Quinto Día
Una nota de órgano se desliza
por la superficie de los santos empolvados.
Los pájaros anuncian fiesta en la Capilla del Rosario.


JOSÉ EDUARDO YAQUE LLORENTE

1 de marzo de 2020, Madrid.

¡Del cielo y suelo de la boca llueve!

Por leves sombras agujereadas, entre viejos árboles de bellas maneras, pululan hoy las obras de un grupo no muy numeroso de jóvenes creadores. Impulsadas gracias a su inmaterial gravidez espiritual hacia diversos destinos por los pregones más contemporáneos del arte cubano. Sin perder su alegre y etéreo semblante, estos preñadores saben reconocerse idénticos en momentos cruciales y con una sincronía propia de vitales eventos, estallar en primaveras que prefieren llamar exposiciones colectivas como ésta que se apoda: Quinto Día. Unidos por una suerte de energía magnética, como la que opera entre el pico del carpintero y el cuerpo del monte, escogen momentos exactos para ansiar un fenómeno tan esporádico como el arte, e invitan a una apertura que suponen provocará inmediatamente la saliva de sus contemporáneos.
En esta oportunidad el fenómeno se ha venido gestando en un espacio muy específico de la ciudad, frente a un parque del capitalino barrio, Vedado. Bajo los potentes muros de la parroquia del Carmelo, se han encontrado seducciones y atracciones que convocan la invasión de esta soledad tan asistida que es la iglesia, para en este instante de comunión ofrendar vitalidad creadora a muros y cavidades donde ya es presencia la femenina humedad.
Dotado de una temporal presencia el hombre es un ser creador en esencia, capaz de atravesar puertas en idénticos movimientos de llegada o partida. Al percibir la inmanencia de un espacio tan físico, como histórico-cultural y por consiguiente virtual, se demuestra que estos principiantes aparecen en el panorama actual provistos de una ocasional sensibilidad musical, de esas que sin proponérselo hablan de eco o reverberación de los grandes acontecimientos de la historia. Cantores como campanas de una misma torre, aunque sus voces pueden modular de acuerdo con la templanza de sus ánimos y el lugar del que se escuchan, reconocen en la unidad la única posibilidad para que germine la armonía sobre la tierra.
La confianza en esa capacidad humana de habitar espacios, fabricando posibilidades de existencia fue la hamaca donde quedaron lentamente dormidas toda clase de preocupaciones. Obras magníficamente emplazadas en el sitio aprendido es una de las peculiaridades de tan natural suceso como lo es esta exposición: muestra colectiva de las manos de un grupito creciente de amigos de consabida y oportuna paciencia.
Un resultado de dudosa terminación nos invita a mover las pupilas hacia caminos futuros y pasos por dar.
Gracias y Felicidades…

Meryl Grasa Torres y José Eduardo Yaque Llorente (2 de mayo del 2010)

Detalles que no se borraran

(Semana Santa del año 2009)

Respondo positivamente a una nueva exhortación de la vida. Me siento convocado a una invocación.
Lugar mágico y repleto de quietud me espera.
No hay sospecha de tanta belleza detrás esos muros.
Las rejas se abren a la imaginación.
Aparece un jardín sagrado para la contemplación.
En el techo un cielo pintado de color azul celeste.
No hay techo, se puede volar desde dentro.
Las grandes puertas de madera todavía permanecen clausuradas por años.
Una reproducción de un retrato a Félix Varela detrás de una puerta.
La Luz atraviesa los huecos en los vitrales de colores vívidos.
Los santos iluminados a ratos, están muy quietos pero muy vivos.
Un viejo piano de pocas teclas nos saluda humildemente.
Un pequeño órgano carcomido nos habla de algunas ideas.
Un violín rompe el silencio, el sujeto es solo un instrumento.
Armarios llenos de medicamentos que nunca alcanzaron a los enfermos.
Escaleras estrechas, la habitación del campanero, el campanario y el silencio de una ciudad que pierde la fe.
Todo había sido una justificación para encontrarnos en aquel lugar y en aquel tiempo.
Algo comienza a gestarse.
Que bien sentirse como una semilla mientras le llueve.
Un día estuve un poco cansado y me resistí a tanto entusiasmo, casi me pierdo.
Luego me deje llevar.
Seguían apareciendo cosas que debían ser retiradas del lugar, las pido prestadas.
Detuve por un tiempo el ciclo para hablar de la belleza del propio ciclo.
Un altar y su bóveda detrás de un arco de medio punto se me atojó cavidad abdominal.
La labor fue ardua pero teníamos muchas ganas de romper las distancias.
Allí juntos volvimos a sentirnos creadores.
Él logra que las campanas de la unión canten una vez más, seguro el barrio vendrá.
Ellas consiguieron aquella tarde abrir las grandes puertas de vieja madera en aquella iglesia católica, para dejarnos pasar como espectadores.
Vinieron de todos lados a presenciar lo obrado y las alianzas, era una gran fiesta.
Confieso que no hubiera imaginado todo lo bello que allí acontecería.
Recuerdo que fui tan solo uno más y asombrado entre los otros.
Desde entonces supe que a la hora que me llamaran y para lo que fuera yo iría.
Hoy me siento parte de ustedes y para siempre.
Creo que a pesar de lo que nos ha tocado vivir ya somos una generación bendecida.
Mi agradecimiento siempre a ustedes por convidarme.


ROGER TOLEDO

He tenido la oportunidad de trabajar con Anamelis y Maria de Lourdes en las exposiciones Quinto Día y ExIndumentis, las dos realizadas en la Iglesia del Carmelo de La Habana. En ambas ocasiones propusieron un espacio y su intervención con una obra visual, o bien creada para este propósito o adaptada al nuevo discurso que de este emplazamiento emana, pudiéndolas cargar de lecturas nuevas. Admiré siempre el alto rigor intelectual de sus proyectos, sin trivialidades ni puntos ciegos; con una sorprendente habilidad, poco usual en curadores tradicionales, para comprender y participar del proceso creativo in-situ que cada uno de los artistas realizaba hasta lograr engarzar las obras en un cuerpo sólido y sin fisuras. Ha sido una experiencia fructífera el colaborar con ellas, desde el ámbito académico hasta la producción de arte: su sensibilidad, su inteligencia y también su hacer creador, que es connatural a la labor curatorial, aportan a mi formación profesional un nuevo impulso humanista.


Elizabeth Cerviño